Crecer... ¡Qué difícil! ¡Es tanto lo que pasa a nuestro alrededor! Es tanta la información, son tantas las emociones, tantos los puntos de vista. Los primeros años de nuestra vida transcurren entre la ilusión y la realidad, iniciando esa danza de cortejo entre el mundo interno y el externo, entre lo familiar y lo desconocido, entre lo personal y lo social. Los años de infancia son mágicos. Tienen una magia tan real como el calor del sol, que no proviene de los esfuersos de los padres por darle a sus hijos una infancia perfecta, sino de la capacidad de maravillarse frente a un mundo que es siempre nuevo, una magia que proviene de los tímidos intentos de una mente nueva que intenta dar explicaciones a un mundo infinitamente grande que excederá por siempre la soberbia de su lógica, una magia que habla de hadas cuando el bosque cambia su tono, de monstruos cuando se enfrenta a lo incierto de la oscuridad y lo inexplicable de la naturaleza humana, y que nos da superpoderes para reso
Un apoyo en medio de los apuros, vacilones y experiencias que se viven cuando se acompaña a los hijos en el proceso de hacerse adultos